miércoles, 12 de marzo de 2014

Algunas corroboraciones tristes de una historia en espiral


*Por Jorge Rulli y Maximiliano Mendoza
Grupo de Reflexión Rural (GRR)

En el año 2002 escribíamos como Grupo de Reflexión Rural y en diálogo con nuestro compañero Ignacio Lewkowicz, lo siguiente: “La soja, el sistema de la soja, no es el de la oligarquía tradicional. La lucha contra el sistema de la soja es una forma local del conflicto antiglobal; pues la hegemonía absoluta de la soja es una forma local específica del crecimiento global. Lo que importa es que los núcleos de poder neoliberal varían del sistema oligárquico tradicional al sistema que se construye en torno de la soja. La nueva división global del trabajo nos convierte de “granero del mundo” en “forrajeros del mundo”.

Por otra parte, añadíamos: “… Desde el punto de vista de la oligarquía tradicional, se ve que, pese a toda la inteligencia o astucia puesta en juego, ese sistema oligárquico ya no es funcional al sistema global. Por supuesto que los mismos apellidos aparecerán ahora en los consorcios de las empresas; pero los modos de ejercicio del poder, los modos de ejercicio de la dominación, los núcleos a partir de los cuales se fijan, varían. Así, por más que se trate del mismo conjunto de individuos, no es la misma la lógica social que se despliega para afirmar su dominio.”

Casi todo lo que por entonces afirmábamos, podríamos reafirmarlo hoy, doce años después, con la certeza de que sus contenidos mantienen plena vigencia y que fueron anticipatorios. Los años transcurridos, lamentablemente, nos han dado suficiente razón, y además han puesto en evidencia las peligrosas derivas de pensamiento y acciones políticas de todos aquellos que, desde miradas sesgadas y ancladas en los años setenta, se negaron considerar las nuevas ecuaciones de la globalización, la nueva configuración del poder en nuestro país, así como se negaron a la necesidad de reflexionar sobre sus anteriores experiencias y, sobre todo, se negaron rotundamente a las propuestas de abrir debates políticos que permitieran cerrar los enormes fracasos que arrastraban consigo para no volver a repetirlos (algo que en cierta medida ha ocurrido a lo largo de todos estos años).

Una Nomenklatura[1] al estilo argentino
A principios de la década pasada empezó a hacerse notoria la emergencia de una nueva clase dominante, producto de la profundización de un nuevo esquema productivo primario-exportador, impulsado por el Estado, el capital transnacional y sus socios locales, y caracterizado por su profunda dependencia de los mercados globales. Una nueva oligarquía vinculada a un modelo de país proveedor de materias primas que, además de la sojización del territorio, se complementa con la megaminería, el fracking, el monocultivo de árboles y otros proyectos extractivos hegemonizados por importantes corporaciones transnacionales.

Esta nueva oligarquía instaló su protagonismo de manera sigilosa. Una oligarquía distante de la otrora “oligarquía vacuna” que se impusiera al país en las postrimerías del siglo XIX, a instancias del entonces presidente Julio Argentino Roca. Este sector, que tenía en la Sociedad Rural Argentina (SRA) su representación más genuina, conduciría -con breves interregnos- los destinos de la Argentina durante buena parte del siglo XX.

Pero la irrupción histórica de esta nueva oligarquía no-terrateniente (es decir, una oligarquía que no basa su poderío económico en la propiedad sino en el uso de la tierra) configura un hecho decisivo que pocos se han atrevido a analizar. La ligazón que establece el modelo sojero entre el capital financiero y la investigación científico-técnica, transformó profundamente el esquema de producción agraria y redefinió las relaciones de poder. Basta con recordar algunas de las definiciones de uno de los mayores exponentes de este nuevo sector, Gustavo Grobocopatel[2]“Soy agricultor y no tengo tierras, tampoco tengo tractores ni cosechadoras. Y esta es la mayor innovación del país. En Argentina, a diferencia del mundo, hoy no tenés que ser hijo de un chacarero o un estanciero para ser agricultor. Tenés una buena idea y tenés plata, vas, alquilás un campo, y sos agricultor. Este es un proceso extraordinario y democrático del acceso a la tierra, donde la propiedad de la tierra no importa; lo que importa es la propiedad del conocimiento”.

Es evidente que esta nueva oligarquía no pertenece al universo de las llamadas “familias patricias”. Su genealogía entronca con la inmigración europea (y otras corrientes inmigratorias) de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, en su mayoría caracterizadas por un humilde origen social. Hoy, muchos de sus descendientes lograron sus fortunas a partir de una relación prebendaria con el Estado, otros tuvieron importantes relaciones con el aparato financiero del Partido Comunista de la Argentina, y otros han aprovechado sus relaciones político-económicas con países como los Estados Unidos, el Estado de Israel y con influyentes organismos como el Consejo de las Américas, el Congreso Judío Mundial, el Club Bilderberg, y otros.

Aceptar esta realidad, implica un cambio de conciencia y una comprensión de los nuevos desafíos que nos plantea la globalización. Se trata, en definitiva, de saber reconocer no tanto el enemigo al que debemos enfrentar, sino de reconocer el problema que tenemos por delante y que debemos resolver, para sí luego identificar a sus responsables. Lamentablemente, el kirchnerismo y sus acólitos de izquierda, junto a buena parte de los activistas e intelectuales provenientes del llamado peronismo revolucionario de los años setenta, no sólo se negaron a reconocer a esta nueva clase dominante como oligarquía sino que, por el contrario, se apoyaron en ella, respaldaron muchas de sus demandas, hicieron propia buena parte de sus discursos modernizantes -sobre todo en lo concerniente al valor de las tecnologías de punta y el poder del conocimiento- y montaron sobre estas bases materiales una narrativa épica rayana en lo grotesco.
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Tal como en un management político, la dirigencia política progresista gobierna a nombre e interés de sus verdaderos amos, como virtuales gerentes de una empresa llamada Argentina. Pero dada la necesidad de ocultar este tipo de servilismo globalizado, se recurre desesperadamente a los simulacros, las puestas en escena necesarias para llevar adelante los proyectos del capitalismo global en nombre de la revolución social. Esos simulacros grotescos exhiben hoy a un gobierno supuestamente peronista -o que supera al antiguo peronismo por  izquierda, tal como afirman algunos de sus presuntos filósofos-, que impulsa una devaluación solicitada por quienes detentan el control del capital financiero y el comercio exterior en nombre de la “soberanía”, y que además cuenta con un ministro de Economía “marxista” que aplica un ajuste económico ortodoxo celebrado por todo el establishment.
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Cuando en la Argentina se “descubre” la existencia de Eduardo Elsztain
Los rasgos más groseros o patéticos de estos dobles discursos, entreverados de ignorancia y de apuestas por la modernidad y el crecimiento, ocurrieron en el 2008, cuando durante la llamada “crisis del campo” Néstor Kirchner convocaba a luchar contra la oligarquía representada por la Mesa de Enlace[5] desde las oficinas que a esos efectos le prestaba el mismísimo Eduardo Elsztain, en el exclusivo barrio de Puerto Madero.

Elsztain, probablemente sea la mayor fortuna de la Argentina: es propietario de IRSA Inversiones y Representaciones S.A., la corporación inmobiliaria más grande del país; también es propietario de CRESUD, compañía agropecuaria que maneja más de un millón de hectáreas en el Cono Sur;  y controla el Banco Hipotecario, adquirido durante el menemato gracias a los fondos facilitados por el multimillonario George Soros[6].
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Eduardo Elsztain fue durante casi diez años el dueño invisibilizado del país, contando además con la protección política de organismos como la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) y el Centro Simon Wiesenthal, instituciones que ante el menor esbozo de una crítica a su poderío económico, asumen de inmediato que se está en presencia de un acto de “antisemitismo”, y procede a denunciarlo públicamente. Recién en el año 2012, y a raíz de la cesión de tierras públicas en favor de IRSA para facilitar sus “emprendimientos inmobiliarios” y la construcción ilegal de un nuevo shopping en el barrio de Palermo (“Distrito Arcos”)[8], se generó una cierta resistencia ciudadana que puso por vez primera el nombre del personaje en el espacio público. ...

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Cuando descubrimos que el imperio en ascenso cuenta con sus propias  legiones de cipayos

Volvamos ahora a ese país dependiente, primarizado, centrado en la producción de transgénicos, y recordemos que estos nuevos procesos extractivos de agriculturización industrial destinados a sostener la exportación masiva de commodities tienen su origen en dos situaciones configuradas por la globalización: por una parte, la enorme deuda externa que nos dejaron como legado las dictaduras militares en los años setenta y sus requerimientos crecientes de divisas; y por otra, la emergencia a fines de los años ’90 del coloso chino y su insaciable necesidad de materias primas para poder establecerse como fábrica del mundo. Es decir; no podríamos comprender la reprimarización de nuestras economías a escala latinoamericana si no tuviésemos en cuenta el decisivo rol neocolonizador de la potencia asiática y de las hegemónicas relaciones que estableció en el continente.

El estímulo al mercado interno no apunta a la Justicia Social, sino enriquecer a la nueva oligarquía y profundizar la dependencia global
Algunos exponentes velados del oficialismo, aún reconociendo el tremendo peso colonizador del modelo extractivo -y en particular de la agroexportación- rescatan la intención progresista de estimular, mediante planes sociales y subsidios, un aparente mercado interno que remedaría en cierta medida a los antiguos Estados de Bienestar propios de la última posguerra. Pretenden hacernos olvidar que el modelo que ahora denominan “nacional y popular” se instalaba en los años noventa combinando la industrialización de alimentos junto a la agricultura química y la biotecnología. Pretenden hacernos olvidar que el modelo de los Agronegocios incluía la constitución de cadenas agroalimentarias y las integraciones verticales de empresas, tanto en la producción industrial de animales como así también en el creciente supermercadismo.

El asistencialismo bancarizado y la estimulación al consumo que estimuló el progresismo a lo largo de la llamada “Década Ganada”, ha sido un componente indispensable dentro de los marcos de un mismo modelo: la sojización, el despoblamiento del campo y la concentración compulsiva de población en los inmensos conurbanos de  pobreza, donde quedan reducidos a clientela obligada del asistencialismo y del consumo de comida chatarra.

Tampoco se debe ignorar la importancia del coloso chino y su objetivo de constituirse como la fábrica del mundo. Desde esa perspectiva se explica su creciente demanda de materias primas y su imperiosa necesidad de colocar los productos masivos de su industria en localizaciones específicas. Esto implica que la expansión global-imperial de China necesita ir abriendo cada vez más mercados locales, más áreas de consumo masivo para colocar sus productos.  

Por estas razones, rechazamos toda intentona de considerar las relaciones político-económicas de China y los países latinoamericanos desde los enfoques de la llamada Cooperación Sur-Sur (CSS), ya que dichas relaciones son, a todas luces, más bien asimilables a los análisis centro-periferia. Por ello es fundamental comprender China se erigirá como el nuevo centro imperial en la medida que afiance su dominio en los mercados locales, regionales y continentales.

Cuando fuimos globalizados pero no quisimos darnos por enterados
La obstinación por parte de ciertos sectores en desconocer las particularidades de la globalización, sumado al intento infructuoso de comprender estos fenómenos complejos desde miradas sesgadas o fragmentadoras la realidad, condujeron a situaciones paradojales y hasta escandalosas. Tal cosa ocurre cuando, desde posiciones de izquierda y pretendiendo hacer uso del marxismo, algunos pícaros arguyen que la correlación de fuerzas que requeriría el gobierno para darle batalla a las corporaciones actualmente no resulta suficiente. Para justificar este razonamiento, añaden que mientras esperan por ese respaldo popular, es preciso reconocer estas etapas intermedias como partes necesarias de un proceso general.

Asimismo, se recurre frecuentemente al argumento de que no existen otras alternativas de poder o bien, en su defecto, se reconoce la existencia de otras alternativas, pero que son peores y que ante ello es necesario optar por el “mal menor”, convalidando así las decisiones más degradantes tomadas por el gobierno nacional. ...
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Durante diez años reiteramos, en diversos escritos, los enormes riesgos que suponía mantener una economía dependiente en términos casi absolutos de la exportación de soja transgénica, sumado a la debilidad estructural de tener, además, relaciones de intercambio donde un mercado imperialista compra nuestras materias primas a la vez que nos abastece de manufacturas industriales en casi todos los rubros… hasta en el de clavos y tornillos. Ahora pagamos las consecuencias. China se estremece y la Argentina siente que está al punto del colapso. Para colmo, la embriaguez de la fiesta de la soja nos permitió olvidar alegremente, durante diez años, la inmensa deuda externa, cuyos vencimientos ahora nos agobian y es preciso hacer todo lo posible para conseguir divisas.
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Cuando la realidad es como un clavo ardiendo
El modelo agro-minero-exportador asistencializado y legitimado por narrativas de izquierda, ha llegado a un punto crítico desde el punto de vista social, ambiental y hasta económico. Según surge de estudios oficiales, después de la llamada “Década Ganada” se alcanzaron unas 24 millones de hectáreas de cultivos transgénicos, se desmontaron más de dos millones y medio de hectáreas de bosques nativos y se está experimentando un acelerado -y tal vez, irreversible- deterioro de los suelos. A esto se suman las propias dificultades de los productores sojeros, ya que una suba importante de los insumos y la notoria estrechez de sus márgenes de ganancia configuran una situación que difícilmente pueda revertirse en la medida que el precio de los insumos siga incrementándose al tiempo que la cotización de los commodities tienda a estancarse o descender.
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Recuerdos del futuro
Quisiéramos terminar este escrito, haciendo referencia compasiva y solidaria a esos millones de hombres y mujeres que durante este proceso, y bajo patrones de pensamiento cerradamente urbanos y modernizantes, fueron compulsivamente desarraigados de los lugares en los que vivían y obligados a emigrar a las grandes ciudades. Millones de seres desempleados por un modelo de agricultura industrial que desechaba mano de obra y que requería inmensos territorios vacíos de población. Poblaciones que tuvieron que emigrar por motivos ignominiosos como las fumigaciones constantes y la contaminación de sus territorios; acciones que paulatinamente fueron haciendo de sus parajes, lugares prácticamente inhabitables.

La proyección de la nueva oligarquía sobre los países vecinos del Cono Sur y el contrabando de semillas transgénicas a través de las fronteras, los sumó al gran proyecto de la República Unida de la Soja (proyecto que nos proponía hace años la empresa Syngenta[18]). Se añadieron de esa manera, nuevas e innumerables legiones de desocupados y desarraigados latinoamericanos a nuestros conurbanos, hasta convertirlos en las actuales inmensas periferias de pobreza e indigencia.  Por un lado, tenemos  paisajes devastados, territorios desertizados, profundamente deforestados con una monstruosa pérdida de la biodiversidad; y por la otra, poblaciones desoladas, hacinadas en megalópolis, condenadas a vivir entre inundaciones y deshechos tóxicos.  No son impactos colaterales como muchos tecnócratas repiten con evidente ánimo exculpatorio; son, por el contrario, consecuencias perfectamente previsibles de las decisiones tomadas por la dirigencia política en aras de favorecer a las corporaciones transnacionales; consecuencias que, al menos, deberían al menos haber sospechado. Esta es la terrible realidad que nos deja un modelo que está llegando a su consumación, en la que todos quedamos expuestos al colapso.

Debemos, tomar conciencia del camino recorrido y de la necesidad imprescindible de apostar por cambios radicales. La sojización amenaza sencillamente dejarnos sin país y sin suelos aptos para cultivar nuestros alimentos. Pero estas realidades, que para muchos desvelados todavía forman parte del terreno de las abstracciones, son en cambio el infierno de cada día para millones de seres humanos urbanizados de forma compulsiva, una fatal encerrona en la que están cautivos y sin mayores esperanzas. Rehenes de los diversos punteros y grupos sociales (kirchneristas, filokirchneristas, antikirchneristas y de la izquierda funcional), están obligados a la servidumbre de participar en actos políticos y piquetes a cambio de planes sociales o, en el peor de los casos, bolsones de comida. 

Las periferias urbanas son el lugar donde las los aparatos represivos y las mafias se confabulan para establecer negociados basados en la explotación de mano de obra barata, esclava o infantil, como el narcotráfico o la trata de personas....
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Intuimos que en el porvenir se debatirá una tensión entre los hombres y mujeres acorralados que pugnarán por liberarse del aprisionamiento de los aparatos clientelares. Porque a diferencia de otras épocas, el concepto de revolución ya casi nada expresa y, a pesar de nuestros desvelos, no hemos podido insuflarle otros contenidos que modifiquen las generalizadas perspectivas de factura eurocéntrica sobre el poder, la racionalidad y el control. ... 

A los vencidos, al pueblo llano que alguna vez fuera grasita o descamisado, le queda siempre probar el antiguo camino de la Rebelión, camino en el que se trataría de recuperar -como tantas otras veces- la propia y secuestrada humanidad, para ir una vez más detrás de las aspiraciones de justicia y de felicidad en comunidad. Ahora, y como pocas veces antes, es realmente poco lo que tienen para perder. Lo que no sabemos todavía, es si acaso les han dejado las fuerzas suficientes como para que vuelvan a soñar esos sueños, y puedan quebrantar el desaliento y la malla de contención que hoy los encierra.
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Jorge Eduardo Rulli
Maximiliano Mendoza
Grupo de Reflexión Rural (GRR)

Se puede acceder a una versión completa y a las notas de este impresionante documento del GRR aquí