miércoles, 12 de junio de 2013

2do encuentro "Pensando en Larroque"


Cada uno de nosotros tiene un mensaje, algo que decirles a los demás, una idea que al otro no se le ocurrió, una experiencia que el otro no vivió.
De la misma manera el otro tiene un mensaje para mí, algo que decirnos a nosotros, una idea que a mí no se me ocurrió, una experiencia que nosotros no vivimos.
Sin embargo, “Occidente siempre ha tenido una dificultad para acoger al otro. Su estrategia predominante ha sido negarlo, ya sea mediante la incorporación, el sometimiento o la pura y simple destrucción.” Nos dice Leonardo Boff. “El carácter imperial de Occidente se funda en su presunción de ser el mejor en todo, la punta más avanzada del espíritu en el mundo”. Quizás por eso muchas culturas consideradas como más espirituales que esta greco-romana que nos tocó heredar, hacen del escuchar una acción mucho más sabia que la de hablar. Un proverbio que, según cuentan,  es de origen árabe, dice que Dios nos dio dos orejas y una sola boca, porque necesitamos escuchar mucho más de los que hablamos.
“Pero en Occidente encontramos también otra vertiente que lo cura de esta arrogancia: la tradición judeocristiana.” Continúa Boff. “En esta tradición el otro es todo porque a través de él se da el amor y en él se esconde Dios, que también se hizo otro. En dicha tradición se dice: «Haz justicia al huérfano y a la viuda... Amad también al extranjero pues fuisteis extranjeros en Egipto» Todos estos son el otro…”
Con esta consigna de escucharnos para aprender, sin ánimo de debate intrascendente, sino de intercambiar ideas, anhelos, proyectos, deseos, experiencias, visiones de la realidad, nos reunimos el jueves pasado con un grupo de unas 20 personas alrededor de tres ”viejos sabios“ de la tribu larroquense.
“En el fondo, todo pasa por el otro, pues sin el diálogo con el tú no nace el verdadero yo, ni surge el nosotros que crea el espacio de la convivencia y de la comunión.”
Cuesta escuchar. “La mayoría de las filosofías de Occidente se centran en la identidad, dejando poco espacio para la alteridad.” Nos avisa Boff. Todos queríamos decir nuestras cosas, así que es muy probable que nos perdiéramos de escuchar partes de lo que Roberto, Ilda y Silvia tenían para contarnos. No obstante, tratamos de rescatar los aspectos medulares de sus aportes.
Roberto Torres rescata de Larroque la igualdad social, “verdadero crisol de razas” nos dice, “éramos todos iguales, no había mala intención, nadie le faltaba el respeto a nadie”. Ve que han cambiado muchas cosas más allá del progreso tecnológico, el pueblo se hizo más grande, ya no todos nos conocemos y entonces nos preocupamos menos por el otro. Los tiempos se aceleraron y no nos tomamos ni siquiera un rato para sentarnos a dialogar. “Me duele ver algunos sectores juveniles como con pocas ganas, desorientados” y dice sentirse un poco responsable como mayor, porque quizás no supo transmitir las ideas; deberíamos saber explicarles que no todo se les debe a ellos por el sólo hecho de ser jóvenes, que el pueblo tiene una historia y que al lugar en el mundo hay que ganárselo. Manifiesta su esperanza en que estos cambios sean para bien. “Me gusta mi pueblo, pero hay mucho por hacer”.
Silvia De Zan nos muestra una mirada más optimista en cuanto a los jóvenes larroquenses; coincide en el aceleramiento que produce la modernidad,  “no nos hacemos tiempo para los chicos”, pero cree que hay muchos jóvenes que demuestran que cuando se les plantean propuestas interesantes pueden hacerse responsables y trabajar con objetivos comunes. Ve que si bien hay falencias, el pueblo y su gente han mejorado, que las generaciones intermedias hacen lo que pueden para seguir mejorando. Ve como un valor la mayor libertad para tomar decisiones; “antes se hacían más cosas por obligación”, ahora se hacen las que surgen de la propia interioridad de las personas. Entiende que el pueblo conserva su idiosincrasia en medio de la sociedad consumista actual, la gente se sigue reuniendo, compartiendo.
Ilda Benedetti dirige nuestra atención hacia otras cuestiones más concretas, la vida y la producción en el campo hace 50 o 60 años, recuerda que se vivía bien, con alegría, había muchas personas en las casas, recuerda familias de hasta 40 integrantes, todos tenían ocupaciones pero las hacían con tranquilidad, en un ambiente de cooperación, producían casi todo lo necesario, se comía sano.
Les preguntamos como ven el futuro para Larroque, qué cosas positivas tiene, qué cosas le faltan, y aquí se produce un interesantísimo intercambio de ideas. Algunos piensan que las escuelas, el reunir a todos los sectores en un mismo lugar, han sido uno de los principales factores de igualdad y unidad en el pueblo, no obstante ello, otros piensan que está haciendo falta otra escuela primaria más afuera del centro. Todos ponderan el arbolado de calles y parques, cuando se lo deja crecer, y fundamentalmente los servicios en general, que están bien organizados; critican en desprolijo entramado de cables de todo tipo. Otro aspecto valorable es la ausencia de viviendas precarias y ven como muy importante que muchos jóvenes vuelven a trabajar en el pueblo después de estudiar alguna carrera.
A partir de este momento se sirve una mesa variada que incluye como novedad gastronómica unos piñones de araucaria, el pehuén de los pehuenches, cocidos por Carolina y la conversación fluye libre y erráticamente.
En síntesis una muy apreciada oportunidad de intercambio, de encuentro con “el otro”, a la que la mayoría de los concurrentes acuerdan en considerar como valorable, que intentaremos continuar en el tiempo.
Volviendo a L. Boff “Este legado occidental de la tradición judeocristiana, centrada en el otro, nos ofrece una de las bases para la convivencia posible y necesaria en el mundo globalizado. La base debe ser ética más que política. Una coalición de valores que se funde en la hospitalidad y en la acogida incondicional del otro en cuanto otro, en el respeto a su cultura y la disposición a hacer una alianza duradera con él. O hacemos esto o perderemos las razones para vivir juntos en la misma Casa Común.
Gracias Silvia, Ilda y Roberto y a los amigos que nos acompañaron por hacer esta convivencia ética, una utopía posible y deseable. 

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